lunes, 28 de mayo de 2012

Un rollo más o menos.

 ¿Frases hechas?

En principio, después de escuchar ciertos comentarios y de leer algunas cosas, me pregunté ingenuamente antes de escribir esto porqué o cómo podía ser que diera la casualidad de que al hablar, la gente coincida de manera impresionante en las frases que usa. Pero de casualidad y coincidencia, nada.
A mí me llamaron la atención unos latiguillos a los que se recurre y que, me parece, en su relación pragmática con la realidad a la que refieren, hay oculta una visión del mundo. Es decir, cuando alguien me dice: "la letra con sangre entra", yo puedo sospechar algunas cosas de quien recurre a un refrán así para referirse, supongamos, a la educación media; como que quizá no pueda resultar ser una persona que apueste a la pedagogía, o a la crítica. Probablemente el caso de los refranes es demasiado extremo, porque de cierta forma están universalizados, no tienen todo el color y toda la significación que implica decir algo como "mirá esos villeros". En inglés o en francés, vamos a poder encontrar un equivalente en el refrán. Las frases de las que quiero hablar, en cambio, para mí dicen mucho de una sociedad particular, de un pensamiento legitimado.
A mí me cuesta mucho generalmente discutir cosas como ésas, porque la verdad son cuestiones que rebalsan el ámbito de los argumentos razonables o lógicos. O sea, sin decir que sólo opino cuando todo el asunto es capaz de resolverse mediante algún intercambio de silogismos, cuando un tema es para mí lo suficientemente polémico en un sentido ético como para discutirlo, callo. Por eso prefiero escribir ahora. No es que sea así con todo, pero me asusta la sensibilidad que se despierta en quienes ven discutidas sus ideas de, por ejemplo, dignidad. Con esa última palabrita entra perfectamente a colación una de esas frases comunes de las que quiero hablar: "el trabajo es diginidad".
Es una frase bastante común de escuchar. A priori, qué persona que trabaje no puede sentir cierta tranquilidad de escuchar algo así. "Mirá, yo laburo, soy una persona digna"; "Me rompí el culo durante veinte años, pero mirá dónde estoy ahora". Frases dignas, si desestimamos que lo de romperse el culo no sea dicho por una trabajadora sexual. Porque ahí cambia el asunto; ahí, para esos que dicen "el trabajo es dignidad" no resulta ni un gramo de digno. Qué raro, ¿no? Si nos parece digno trabajar en un campo fumigado que prostituye los pulmones, si es digno trabajar en salinas que prostituyen las manos y la piel, y la vida toda, ¿por qué prostituir el sexo no es digno? Pero no me voy a ir por las ramas. Como decía, la frase "el trabajo es dignidad" está anclada en una idea muy clara de la vida a la que todos estamos bastante acostumbrados. Y claro que a mí me pasaba lo mismo. Un día, estando con alguna amiga, y mientras hablábamos de los peores trabajos del mundo, hicimos como un inventario que me dio que pensar. La cosa era en broma, por supuesto, y distaba de ser un debate filosófico o un recuento antropológico. El que viste cuerpos en las funerarias, el que destapa las alcantarillas, el que limpia los baños químicos. Pasando las risas, sobre toda la broma la conclusión caía en la frase de que el trabajo dignifica. ¿Pero dignificaba realmente? ¿Dignificaba salir más de diez horas de tu casa con tu cortadora de césped buscando a alguien con algunos pesos que necesite tu trabajo? ¿Dignificaba ir encorvándote cada día más mientras cargabas cajas de productos de supermercados para reponer en las góndolas? Cómo podía ser que la dignidad venga de la mano de cosas tan feas y tan dolorosas. Mi mamá siempre nos tranquilizó en ese aspecto: cuando hablaba de la mujer que iba a limpiar a casa, ella decía al final que, a pesar de tener que caminar, de tener que ir de una casa a otra, de no tener tanto tiempo para cuidar de su hijo, esa mujer estaba demostrando su integridad. Y se me ocurrió preguntarme qué había detrás de eso de la integridad, totalmente relacionado con que "el trabajo dignifica". Y en esa frase y en esa palabra encontré conformismo. Y consuelo. Encontré que, según esta cosmovisión, la dignidad se paga, en algún momento, con pasarla mal cuando empezás a trabajar, con ser pisoteado por tus supervisores, con ganar una cantidad miserable de dinero. También que la idea de dignidad está ligada a una idea material y económica de progreso, porque todo eso, si es soportado, ayuda a avanzar en el trabajo y en consecuencia a cobrar más, a ser más respetado por tus compañeros, a poder comprarte el televisor. Si uno olvida lo mal que lo pasa limpiando el excremento ajeno, quizá pueda conseguir que en un tiempo lo asignen a limpiar los hongos de los pisos, y después las pelusas de los rincones, hasta ser el supervisor de un nuevo limpiador de excremento. Y ahí, cuando supervisás al que limpia el excremento, habiendo ya comprado la idea de que el trabajo dignifica y que la quietud, la sumisión y la perseverancia en la resignación se premian en algún momento, te olvidás de lo feo que era tener que agacharte a limpiar la mierda del tipo que te paga diez pesos la hora, y en negro. "Todo llega", dirá alguien finalmente, subrayando que la mansedumbre se premia tarde o temprano.
Entonces, disculpándome primero por la utilización de ejemplos algo exagerados, empecé a pensar en que es, dicho sea de paso, digno de sospecha el decir que es digno trabajar mal. Y me pregunto si la dignidad no debería ser dada por, en cambio, el reconocimiento de la humanidad del que trabaja. No quiero juzgar ferozmente a los conformistas, porque también son víctimas de sus propias visiones del mundo, pero me gustaría plantear que quizá lo digno no viene de aceptarlo todo como nos lo dan, quizá lo digno es cuestionarlo, o al menos dudarlo.
Dejo aparte la crítica a quienes mantienen el equilibrio perfecto que hace que frases como "el trabajo dignifica" y "todo llega" funcionen de manera armónica entre la gente, a quienes recompensan el conformismo a tiempo para evitar objeciones; y hago esto porque me parece importante que pensemos nosotros, los herederos de estas frases y los que las estamos manteniendo con vida, sobre nuestra responsabilidad, por qué decimos lo que decimos, y qué implica todo eso.

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Arte de la semana...(Quino)

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