jueves, 27 de diciembre de 2007

Un pequeño relato para amar la vida (y la magia de Casona)

Una noche el juez Mendizábal iba a firmar una sentencia de muerte; ya había firmado muchas en su vida y no había peligro de que le temblara el pulso. Todos sabíamos que ni con súplicas ni con lágrimas podría conseguirse nada.
El juez Mendizábal era insensible al dolor humano, pero en cambio sentía una profunda ternura por los pájaros.
Frente a su ventana abierta el juez redactaba tranquilamente la sentencia. En aquel momento, en el jardín, rompió a cantar un ruiseñor. Fue como si de pronto se oyera latir en el silencio el corazón de la noche.
Y aquella mano de hielo tembló por primera vez.
Sólo entonces comprendió que hasta en la vida más pequeña hay algo tan sagrado y tan alto, que jamás un hombre tendrá el derecho de quitárselo a otro. Y la sentencia no se firmó.



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*Extraído de 'Los árboles mueren de pie', de Alejandro Casona.

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Arte de la semana...(Quino)

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